El viaje a la ficcion by Mario Vargas Llosa

El viaje a la ficcion by Mario Vargas Llosa

autor:Mario Vargas Llosa [Llosa, Mario Vargas]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
publicado: 2010-11-19T13:15:40.196000+00:00


Esta experiencia, por lo visto, incitó a Onetti a interrumpir la redacción de Juntacadáveres y emprender la de El astillero. Retomaría aquella novela posteriormente y la publicaría en 1964. No es de extrañar que lo impresionara tanto lo que vio: ese astillero muerto, al que sus propietarios simulaban mantener vivo, ¿no encarnaba uno de sus temas obsesivos, la inserción de lo ficticio en lo real? Y, también, la idea de que la vida es representación, una farsa en que hombres y mujeres interpretan los roles que otros les infligen.

En El astillero el tema de la ficción superpuesta a la vida, o parte de ella, lo abraza todo, es el aire que respiran y en el que se mueven los personajes de la historia. Ocurre en Puerto Astillero, a media hora de lancha de Santa María, «un sitio cualquiera de la costa, con colonos alemanes y rancheríos de mestizos rodeando, junto al río, el edificio de Petrus S. A.». Pero varios episodios tienen lugar en Santa María, la inventada ciudad donde los sanmarianos han levantado ahora una estatua ecuestre a «Brausen Fundador». Dentro de la fantasía que es el escenario, la novela cuenta la historia de otra fantasía, ese astillero monumental que alguna vez, en el pasado, edificó otro soñador, Jeremías Petrus, y que está ahora deshaciéndose en la soledad, el abandono, las deudas, la parálisis, las alimañas y la herrumbre. Pero la imaginación y la voluntad del propio Petrus, su presidente, de Larsen, su gerente general, de Kunz, su gerente técnico, y de Gálvez, el administrador, lo mantienen viviendo una vida de ficción.

Ficción, representación, teatro es lo que ocupa buena parte de la vida de estos cuatro seres que, de común acuerdo, han decidido dar la espalda al mundo real para compartir un espejismo. Saben muy bien que lo que hacen es fingir, como fingen los actores sobre un escenario, pero, como éstos, asumen empeñosamente sus roles y se mimetizan en ellos. Van a diario a la oficina, respetan los horarios, revisan pedidos extintos, contratos arqueológicos, proyectos cancelados, planos que el tiempo volvió fantasmas y cargan a la contabilidad sueldos que nunca cobrarán. En algún momento, Larsen reconoce que todo aquello es «un delirio» (p. 94), pese a lo cual, al igual que sus subordinados Kunz y Gálvez, sigue actuando, mintiendo y mintiéndose. En un momento dado esta farsa asusta al propio Larsen, que, dice el narrador, se ha emancipado de quien la interpreta: «Era el miedo de la farsa, ahora emancipada, el miedo ante el primer aviso de que el juego se había hecho independiente de él, de Petrus, de todo lo que habían estado jugando seguro de que lo hacían por gusto y de que bastaba decir que no para que el juego cesara». Este juego es una metáfora de la vida, en la que, sabiéndolo o ignorándolo, todos juegan.

A la vez que actúan, contribuyen a la inevitable desaparición del astillero, al que, para poder comer, van desguazando, vendiendo a poquitos sus máquinas herrumbradas.

Lo que en La vida



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